lunes, 2 de diciembre de 2013


 

 

Capítulo 1.

 

Hoy, aunque no es día de inauguración, colgaré aquí otro comienzo; el primer capítulo de mi novela, no íntegro, no quiero aburrir al personal, además me gusta generar intriga…. Mi intención al escribir esta novela era narrar una historia erótica, ahora, Susana, mi correctora, dice que no es literatura erótica como tal, sino una historia con toques eróticos y escenas subidas de tono, puede ser… Es un debate que dejo para una próxima entrada.

 

 

Capítulo 1.

 

Le dio el último beso y, muy a pesar suyo, la dejo junto a la puerta de embarque. Quería estar con Elisa hasta que despegase el avión. Habían pospuesto tantas veces aquel proyecto que necesitaba asegurarse de que esta vez seria la definitiva y que por fin su mujer se iría al otro lado del mundo a cumplir uno de sus sueños. Pero ya no podía esperar más. Su jefe le había telefoneado en varias ocasiones y lo que en un principio parecía tan solo un asunto importante, se había convertido en urgente sin opción a discusión y con amenaza de represalias incluida. De no ser por el mal momento económico que atravesaban, hace tiempo que habría dejado aquella empresa. Pero no era el momento.

No le quedaba más remedio, si quería conservar su trabajo, que dar un último abrazo a su mujer y salir corriendo. Cuídate mucho, le dijo. Cuídate mucho como se le dice a un amigo, a un hermano. No le dijo te quiero o te echaré de menos, no, solo le dijo  cuídate mucho. Mientras conducía camino de su oficina iba dándole vueltas a la despedida, se arrepintió de no haberle dicho que la amaba. No estaban pasando sus mejores momentos como pareja. Aquel viaje de Elisa para colaborar con una ONG, parecía una buena ocasión para aclarar ideas. Elisa estaba de nuevo animada desde que supo que por fin podría participar en la construcción de un aserradero al otro lado del mundo. Bueno, pensó, ya tendría ocasión de decirle que la quería en cuanto Elisa encontrarse una conexión con Internet, porqué si algo tenía claro es que su mujer buscaría una conexión con  Internet en cuanto tuviese oportunidad. Durante los últimos años  pasaba más tiempo conectada a su ordenador que en cualquier otra actividad cotidiana. Cualquier minuto libre lo dedicaba a navegar, cualquier excusa le era válida con tal de sentarse delante del ordenador. Aquello había provocado más de una discusión. Otro motivo más para que Alberto viese con buenos ojos este viaje, alejarla de todo aquello. Pero su esperanza se vio frustrada al darse cuenta de que el portátil de Elisa formaba parte de su equipaje. Cuando Alberto le animó a qué aprovechase el viaje para desconectar un poco, Elisa, en seguida encontró la excusa perfecta para no hacerlo; seria el método más rápido, barato y eficaz de poder mantener contacto con sus hijos desde tan lejos, sobretodo para poder intercambiar email con Roberto, su hijo mayor.

De camino a la oficina hizo un par de llamadas, cuando por fin se presentó en el despacho de su jefe, la situación ya estaba controlada. El resto de la jornada lo dedicó a planificar el trabajo de manera que durante la ausencia de Elisa no tuviese que hacer más horas que las marcadas por su horario laboral. En circunstancias normales Alberto nunca tenia hora de salida, hasta que no terminaba todo el trabajo pendiente no salía.  Había prometido a sus hijos que durante estas cuatro semanas, intentaría cumplir con su horario de trabajo y llegar a casa lo antes posible. Nunca se había quedado tanto tiempo al cuidado de los niños. En alguna ocasión se había ocupado de ellos un par de días, últimamente con más frecuencia desde que Elisa necesitaba sus escapadas para encontrar su espacio y descansar unos días en solitario, lejos de la familia. Algo normal en las mujeres de su edad, según le decía su cuñado Ángel cuando lo hablaban. A esta edad se vuelven  raras, ya sabes, continuaba, los desarreglos propios de su edad las transforma en seres aún más complicados. Alberto se alegraba de que Elisa no oyese a su hermano hacer tales comentarios, los cuales ella siempre calificaba de machismo propio de los hombres de Cromagnon.

Miró el  reloj  colocado sobre el marco de la puerta de su despacho, el mismo reloj redondo y marco negro que había consultado durante los últimos años y cuyo tic-tac hoy, le parecía que avanzaba más deprisa. Las  manecillas doradas insertadas en la esfera blanca sobre el logotipo de la empresa, le recordaban que se estaba retrasando. Decidió dar por finalizada la jornada, al día siguiente madrugaría, llegaría antes a trabajar y terminaría lo que tenía pendiente. Metió el portátil y el móvil en el maletín  y se dirigió a la puerta, estaba a punto de agarrar la manilla cuando sonó el móvil. La melodía personalizada le indicaba que era su hijo mayor, Roberto, el que llamaba. Imaginó que se impacientaba ante su retraso y decidió contestarle para tranquilizarle.

—Hola hijo, ya voy. Perdóname ya sé que prometí llegar pronto. Voy para allá.

—No papá no llamaba por  eso, es que… verás…

Roberto rompió a llorar.

— ¿Estás bien? — preguntó preocupado Alberto.

—Papá, la policía ha llamado. El avión en el que viaja mamá, no sé papá, creen, bueno tienen casi seguro que ha sufrido un accidente.

 

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