Capítulo 1.
Hoy,
aunque no es día de inauguración, colgaré aquí otro comienzo; el primer capítulo
de mi novela, no íntegro, no quiero aburrir al personal, además me gusta
generar intriga…. Mi intención al escribir esta novela era narrar una historia
erótica, ahora, Susana, mi correctora, dice que no es literatura erótica como
tal, sino una historia con toques eróticos y escenas subidas de tono, puede ser…
Es un debate que dejo para una próxima entrada.
Capítulo 1.
Le dio el
último beso y, muy a pesar suyo, la dejo junto a la puerta de embarque. Quería
estar con Elisa hasta que despegase el avión. Habían pospuesto tantas veces
aquel proyecto que necesitaba asegurarse de que esta vez seria la definitiva y
que por fin su mujer se iría al otro lado del mundo a cumplir uno de sus
sueños. Pero ya no podía esperar más. Su jefe le había telefoneado en varias
ocasiones y lo que en un principio parecía tan solo un asunto importante, se
había convertido en urgente sin opción a discusión y con amenaza de represalias
incluida. De no ser por el mal momento económico que atravesaban, hace tiempo
que habría dejado aquella empresa. Pero no era el momento.
No le quedaba
más remedio, si quería conservar su trabajo, que dar un último abrazo a su
mujer y salir corriendo. Cuídate mucho, le dijo. Cuídate mucho como se le dice
a un amigo, a un hermano. No le dijo te quiero o te echaré de menos, no, solo
le dijo cuídate mucho. Mientras conducía
camino de su oficina iba dándole vueltas a la despedida, se arrepintió de no
haberle dicho que la amaba. No estaban pasando sus mejores momentos como
pareja. Aquel viaje de Elisa para colaborar con una ONG, parecía una buena ocasión
para aclarar ideas. Elisa estaba de nuevo animada desde que supo que por fin
podría participar en la construcción de un aserradero al otro lado del mundo.
Bueno, pensó, ya tendría ocasión de decirle que la quería en cuanto Elisa
encontrarse una conexión con Internet, porqué si algo tenía claro es que su mujer
buscaría una conexión con Internet en
cuanto tuviese oportunidad. Durante los últimos años pasaba más tiempo conectada a su ordenador que
en cualquier otra actividad cotidiana. Cualquier minuto libre lo dedicaba a navegar,
cualquier excusa le era válida con tal de sentarse delante del ordenador.
Aquello había provocado más de una discusión. Otro motivo más para que Alberto
viese con buenos ojos este viaje, alejarla de todo aquello. Pero su esperanza
se vio frustrada al darse cuenta de que el portátil de Elisa formaba parte de
su equipaje. Cuando Alberto le animó a qué aprovechase el viaje para
desconectar un poco, Elisa, en seguida encontró la excusa perfecta para no
hacerlo; seria el método más rápido, barato y eficaz de poder mantener contacto
con sus hijos desde tan lejos, sobretodo para poder intercambiar email con
Roberto, su hijo mayor.
De camino a
la oficina hizo un par de llamadas, cuando por fin se presentó en el despacho
de su jefe, la situación ya estaba controlada. El resto de la jornada lo dedicó
a planificar el trabajo de manera que durante la ausencia de Elisa no tuviese
que hacer más horas que las marcadas por su horario laboral. En circunstancias
normales Alberto nunca tenia hora de salida, hasta que no terminaba todo el trabajo
pendiente no salía. Había prometido a
sus hijos que durante estas cuatro semanas, intentaría cumplir con su horario
de trabajo y llegar a casa lo antes posible. Nunca se había quedado tanto
tiempo al cuidado de los niños. En alguna ocasión se había ocupado de ellos un par
de días, últimamente con más frecuencia desde que Elisa necesitaba sus escapadas
para encontrar su espacio y descansar unos días en solitario, lejos de la
familia. Algo normal en las mujeres de su edad, según le decía su cuñado Ángel
cuando lo hablaban. A esta edad se vuelven raras, ya sabes, continuaba, los desarreglos
propios de su edad las transforma en seres aún más complicados. Alberto se
alegraba de que Elisa no oyese a su hermano hacer tales comentarios, los cuales
ella siempre calificaba de machismo propio de los hombres de Cromagnon.
Miró el reloj colocado sobre el marco de la puerta de su
despacho, el mismo reloj redondo y marco negro que había consultado durante los
últimos años y cuyo tic-tac hoy, le parecía que avanzaba más deprisa. Las manecillas doradas insertadas en la esfera
blanca sobre el logotipo de la empresa, le recordaban que se estaba retrasando.
Decidió dar por finalizada la jornada, al día siguiente madrugaría, llegaría
antes a trabajar y terminaría lo que tenía pendiente. Metió el portátil y el
móvil en el maletín y se dirigió a la
puerta, estaba a punto de agarrar la manilla cuando sonó el móvil. La melodía
personalizada le indicaba que era su hijo mayor, Roberto, el que llamaba. Imaginó
que se impacientaba ante su retraso y decidió contestarle para tranquilizarle.
—Hola hijo,
ya voy. Perdóname ya sé que prometí llegar pronto. Voy para allá.
—No papá no
llamaba por eso, es que… verás…
Roberto
rompió a llorar.
— ¿Estás
bien? — preguntó preocupado Alberto.
—Papá, la
policía ha llamado. El avión en el que viaja mamá, no sé papá, creen, bueno
tienen casi seguro que ha sufrido un accidente.
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