viernes, 7 de febrero de 2014

No abrir los ojos.






Después de un descanso…

 

 

         Después de un largo descanso, aquí estoy de nuevo. Mi entrada de hoy es uno de mis primeros trabajos, cuando aún era alumna de Fuentetaja. Nada erótico, por cierto. Prometo en mis próximas entradas traeros algo más subido de tono, y también prometo, hablaros de autores que para mi son importantes, bien porque me ha gustado su obra, o bien porque han despertado mi curiosidad… Paulie Réage y la razón que le llevo a escribir  su  famosa obra, Toni Bentley, autora irreverente, en busca de Dios a través del sexo anal. Milo Manara, de quien dicen que es el mejor dibujante del erotismo  femenino, Henry Miller y su peculiar relación con Anaïs Nin… Pero eso será otro día.

 

De momento, hoy, cuidado con los informes y los cajones.

 

 

 

 

 

NO ABRIR LOS OJOS. 

 

No abrir los ojos, no moverse, no parpadear, no pensar. Debajo de la manta, si no me muevo, tal  vez no ocurra nada, tal vez no salga el sol, si no me muevo, todo estará quieto, el día no echará a andar, no vendrá a mi estomago esta angustia que me genera nauseas, ese vértigo a salir de mi cama, a encarar el día que no quiero empezar. Quiero que todo se pare, nada se mueva. Cierro los ojos, no parpadeo, casi lo consigo, casi paro el tiempo. Oigo el teléfono. Suena otra vez. Se lo que quiere. Cierro los ojos, recuerdo lo que no quiero recordar. Ayer, la oficina, Junta de Accionistas, preparo los informes. Estoy nerviosa, Fabián hace días que no me llama, no sé nada de él, tal vez quiera terminar. Me dijo que me daría una sorpresa, de eso hace tres días. En ese tiempo, ni una llamada, ni una señal.

    Mi jefe me apremia tiene prisa, llegan los accionistas, se van sentando.

    Debo de tener cuidado. No confundir los informes. El balance que se presenta a los accionistas es falso, el Consejo de Administración no quiere que se sepa que están en la ruina

    Fabián, compañero  de mi jefe, me pidió el favor de ayudarles a falsear el informe económico. Una tarde le conocí, nos miramos. Fue suficiente. Me llevó a cenar. Después a su apartamento El informe correcto en el cajón de abajo. El falso en el de arriba. Abro el cajón, suena el teléfono. Fabián, cierro el cajón. Ahora no puedo contestar. Abro el cajón. Cierro el teléfono.

   Me dirijo a la Sala de Juntas, entrego los informes a los accionistas. Me siento a escuchar la explicación que intentará convencer a los socios de que la situación económica es favorable. Mi cabeza vuela, Fabián por fin me ha llamado, en cuanto termine la reunión le devolveré la llamada. Que inoportuna la reunión ahora que por fin Fabián me llama. Oigo a lo lejos el rumor de la reunión, mi jefe anuncia la presencia de un nuevo Director de Administración. Se abre la puerta, entra Fabián. Me dirige una sonrisa burlona, esta era la sorpresa. Saluda, se presenta, coge el informe, con aire satisfecho toma impulso para comenzar a hablar, de pronto, las palabras quedan atrapadas en su garganta, se vuelve hacia mi jefe, y como acompasados en un macabro dúo, los dos se giran hacia mí, miro nerviosa el informe que tengo en mis manos, levanto la vista, observo a Fabián. Una mueca de terror ha quedado congelada en su cara.

   No abrir los ojos, no moverse, no parpadear, no  pensar. Suena el teléfono, una vez más.