Permaneció de pie,
observando, mientras el invitado se
sentaba al lado de la mujer, se inclinaba sobre ella y comenzaba a besarla en
la boca a la vez que separaba sus muslos, acariciándolos. Su mano huesuda iba
avanzando lentamente con una caricia suave, calida, hasta desaparecer bajo la
estrecha falda. La mujer se dejaba hacer tranquilamente, disfrutando de aquella
mano suave y calida que se adentraba bajo la falda, hasta su interior, haciendo
que se sintiese excitada y deseosa. El
movimiento de la mano del joven y el de las caderas de la mujer estaba perfectamente
acompasados, interpretando un lento baile en constante sintonía. Si el joven
aceleraba el ritmo, la mujer aceleraba su respiración hasta convertirla en
sonoros jadeos, sus caderas subían y bajaban al compás que marcaba el joven.
Después de unos minutos el ritmo se hizo tan frenético que la mujer no pudo o
no quiso aguantar más, entornó los ojos y elevó las caderas a la vez que
cerraba sus muslos con fuerza, atrapando en su interior la mano del joven,
disfrutando de la oleada brutal que recorría su cuerpo rezumando placer por
cada uno de sus poros. Después de aquello se incorporó, como si nada hubiera
sucedido, se recolocó la ropa, tomó de la mano al hombre mayor y sin volver la
vista atrás abandonaron el local.
viernes, 30 de mayo de 2014
martes, 27 de mayo de 2014
De vuelta
EL CUARTO OSCURO.
Unas cuantas velas colocadas sobre
unos altos candelabros daban algo de luz a la estancia. Entrar allí era dejarse
llevar por el instinto. El aire estaba enrarecido, la temperatura de la
estancia era tres o cuatro grados más elevada que la del resto del local. Olía
a sexo. La música de fondo eran los jadeos de los que disfrutaban del anonimato
que la oscuridad proporciona. No pude evitar retroceder, quería avanzar pero no
podía. Mi cabeza quería una cosa, mis
pies hacían otra. Al buscar la salida me topé a mis espaldas con alguien que
intentaba acariciarme. Con una mano buscaba insistentemente mi sexo, mientras
con la otra intentaba alcanzar mi pecho. Me aparté bruscamente. Víctor tenía
razón, mi aspecto era un verdadero reclamo. Notaba las miradas de deseo pegadas
a mi piel.
— Creo que aun no
estás preparada para el cuarto oscuro —susurró irónico a mi oído
— A si, ¿eso crees?—.
Quería que mi voz sonase desafiante,
lujuriosa.
Acerqué mi boca a su oído, para que sintiese
mi aliento mientras introducía mi mano por debajo de la toalla que llevaba
alrededor de la cintura.
— ¿Quieres jugar? —
Dijo— Pues entonces, juguemos.
Desapareció por unos minutos, dejándome sola, nerviosa. No sabía
que pretendía. Yo buscaba a un lado y a otro hasta que sentí como colocaban una
suave tela sobre mis ojos y la ataban sobre mi nuca.
— Ahora estás en mis manos. Déjate llevar.
Su voz sonaba rara. Distinta.
Me besó largamente en la boca, su lengua experta recorrió
cada pequeño rincón. Mientras lo hacía iba girando mi cuerpo sujetando las
manos a mi espalda. Noté como ataba mis
muñecas. El nudo era suave, con un leve movimiento habría quedado liberada,
pero no quería. Aunque me inquietaba estar privada de visión e inmovilizada, me deje hacer. Me deje llevar.
Manos y lenguas recorrían mi cuerpo, amasaban
mis pechos, profanaban mi sexo. Me veía obligada a separar los muslos, a doblar
mi cuerpo unas veces con suaves caricias, otras, con fuertes embestidas. ¿Cuál
de todas aquellas manos eran las de mi amante? Realmente no me importaba,
disfrutaba de cada caricia de cada embestida por igual, fuese quien fuese el
propietario.
De pronto todo se paró. Deje de sentir
caricias y embestidas. Noté como dejaban libres mis muñecas y como apartaban la
venda de mi rostro.
Cuando mis ojos se acostumbraron de
nuevo a la escasa luz, nadie me miraba, nadie advertía mi presencia. Ya no notaba
sus miradas pegadas a mi piel. Cada grupo, cada pareja estaba a lo suyo.
Tampoco veía a mi amante, le buscaba con la mirada por toda la estancia, hasta que
oí su voz detrás de mí.
Tenía una copa en la mano.
viernes, 7 de febrero de 2014
No abrir los ojos.
Después de un descanso…
Después de un largo descanso, aquí estoy de nuevo. Mi entrada de hoy es uno de mis primeros trabajos, cuando aún era alumna de Fuentetaja. Nada erótico, por cierto. Prometo en mis próximas entradas traeros algo más subido de tono, y también prometo, hablaros de autores que para mi son importantes, bien porque me ha gustado su obra, o bien porque han despertado mi curiosidad… Paulie Réage y la razón que le llevo a escribir su famosa obra, Toni Bentley, autora irreverente, en busca de Dios a través del sexo anal. Milo Manara, de quien dicen que es el mejor dibujante del erotismo femenino, Henry Miller y su peculiar relación con Anaïs Nin… Pero eso será otro día.
De momento, hoy, cuidado con los
informes y los cajones.
NO ABRIR LOS OJOS.
No
abrir los ojos, no moverse, no parpadear, no pensar. Debajo de la manta, si no
me muevo, tal vez no ocurra nada, tal
vez no salga el sol, si no me muevo, todo estará quieto, el día no echará a
andar, no vendrá a mi estomago esta angustia que me genera nauseas, ese vértigo
a salir de mi cama, a encarar el día que no quiero empezar. Quiero que todo se
pare, nada se mueva. Cierro los ojos, no parpadeo, casi lo consigo, casi paro
el tiempo. Oigo el teléfono. Suena otra vez. Se lo que quiere. Cierro los ojos,
recuerdo lo que no quiero recordar. Ayer, la oficina, Junta de Accionistas,
preparo los informes. Estoy nerviosa, Fabián hace días que no me llama, no sé
nada de él, tal vez quiera terminar. Me dijo que me daría una sorpresa, de eso
hace tres días. En ese tiempo, ni una llamada, ni una señal.
Mi
jefe me apremia tiene prisa, llegan los accionistas, se van sentando.
Debo de tener cuidado. No confundir los
informes. El balance que se presenta a los accionistas es falso, el Consejo de
Administración no quiere que se sepa que están en la ruina
Fabián, compañero de mi jefe, me pidió el favor de ayudarles a
falsear el informe económico. Una tarde le conocí, nos miramos. Fue suficiente.
Me llevó a cenar. Después a su apartamento El informe correcto en el cajón de
abajo. El falso en el de arriba. Abro el cajón, suena el teléfono. Fabián,
cierro el cajón. Ahora no puedo contestar. Abro el cajón. Cierro el teléfono.
Me dirijo a la Sala de Juntas, entrego los
informes a los accionistas. Me siento a escuchar la explicación que intentará
convencer a los socios de que la situación económica es favorable. Mi cabeza
vuela, Fabián por fin me ha llamado, en cuanto termine la reunión le devolveré
la llamada. Que inoportuna la reunión ahora que por fin Fabián me llama. Oigo a
lo lejos el rumor de la reunión, mi jefe anuncia la presencia de un nuevo
Director de Administración. Se abre la puerta, entra Fabián. Me dirige una
sonrisa burlona, esta era la sorpresa. Saluda, se presenta, coge el informe,
con aire satisfecho toma impulso para comenzar a hablar, de pronto, las
palabras quedan atrapadas en su garganta, se vuelve hacia mi jefe, y como
acompasados en un macabro dúo, los dos se giran hacia mí, miro nerviosa el
informe que tengo en mis manos, levanto la vista, observo a Fabián. Una mueca
de terror ha quedado congelada en su cara.
No abrir los ojos, no moverse, no parpadear,
no pensar. Suena el teléfono, una vez
más.
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